Por un rato estás en el cielo. Y no es un sueño, ni una imaginación, sino que es literal, aunque te cueste creerlo. Es de verdad y te encuentras volando en parapente durante aproximadamente media hora, anque a ti te parezca que el tiempo en el cielo se detiene…y ahí estás…igual que los pájaros.
Volando al lado de la foz de Arbayún
Quedas con el instructor en Lumbier, un pueblo muy agradable, donde tomáis algo antes de dirigiros hacia la zona del despegue. Poco rato después y con los nervios revueltos, estás sentada en la furgoneta, de camino a la parte alta de la montaña. Hablas de cosas poco trascendentales, tus inquietudes, mientras no puedes parar de pensar en lo que se viene. Aparcamos y te acercas para ver el paisaje: lo mires por donde lo mires, es un precipicio.
El instructor te tranquiliza. La realidad es que él ha hecho esto cientos de veces y confías plenamente en su experiencia. Te dejas llevar. Poco después ya empiezas a ver el parapente desplegado, te indican cómo ponerte el arnés…y sonríes, por la situación tan inverosímil y porque el despegue se aproxima. De algún modo, los nervios se apoderan de ti.
Dejándote llevar
Solamente la idea de volar ya te daba respeto y en los momentos antes del despegue sentías un poco de miedo mezclado con muchos nervios. Pero un momento después ya estabas en el aire y te costó ser consciente de que realmente estábais volando. No sabes si era por los nervios o porque no te podías creer que estuviérais a 800 metros del suelo, pero casi no puedes parar de reir.
El paisaje que se veía de la foz de Arbayún era realmente increíble y los campos donde se veían algunos caballos y hasta ovejas, tan pequeñas…dos o tres buitres volando como a quince metros de nosotros, y acompañados en todo momento de la luz del sol, viendo el atardecer desde el aire, hasta que el sol se escondió detrás de las montañas…fue una pasada. La verdad es que te quedas sin palabras. “Esto es simplemente…precioso”, piensas. Simplemente indescriptible.
En algún momento se cuela el pensamiento de “por qué me habré metido yo en esto”, pero en el fondo sabes que era una experiencia que te hacía mucha ilusión vivir y ahora te alegras muchísimo de haber tomado esa decisión a pesar del miedo a las alturas. Volando con el instructor te sientes segura, aunque por si acaso no sueltas las cuerdas ni un solo momento, y te das cuenta de que estás envuelta de paz y silencio…todo a tu alrededor es simple y admiras la naturaleza que te rodea, tan bella y magnífica, tal y como es ella.
Solo ese momento cuenta
Al cabo de un rato se acerca el momento del aterrizaje y te das cuenta de que el vuelo ha sido tranquilo, no como temías, y que gracias a las condiciones del viento has podido disfrutar de esas vistas desde un punto de vista único e irrepetible, desde el mismo cielo.
Parece que el atardecer pueda simbolizar algo que termina, pero el sentimiento que tienes allí arriba es que solo ese momento cuenta…y a lo que te impulsa el viento es a perseguir tu próximo sueño.
Joe que grande Ana! Tuvo que molar un montón!!
Si!! La verdad es que fue una experiencia muy bonita, Virginia! De esas que te impresionan y te dejan una emoción duradera 🙂
Te puedes creer que quiero hacer parapente este año!! ?Me ha encantado! Ya te contare si me lanzo!jeje , desde luego leerte anima!
Muchas gracias Paula!! jeje me alegro mucho! Si te animas, cuéntame luego tu experiencia! 🙂
Un dia inolvidable, yo también vole…………………. desde el suelo.
Wauuuuuu, Ana, no sabía que habías hecho parapente.
Me encanta
Gracias Maria Jesús! Si, fue en verano del año pasado 🙂 La verdad es que me gustó tanto que me quedaron ganas de repetirlo algún día!